¿Qué haces niña?
No lo ves, recojo el agua, dijo ella convencida.
Pero no puedes.
¿Por qué?,- contesto- la niña desconcertada.
Porque el agua fluye, no puedes meter toda el agua del mar en un recipiente...
Pero¿por qué? –contestó- la niña.
Porque no te pertenece...Le dijo la abuela insistente
Ya pero yo la quiero. Yo la necesito.
¿Estás segura?.
No lo cierto es que se que no la necesito, se que cuando veo el agua la deseo, a veces me siento bien, a veces no, pero la quiero...no puedo vivir sin ella.
La abuela se echó a reír...pues claro, pero eso no significa que la necesites toda, te bastará con tener lo mejor que pueda ofrecerte...
Pero ¿entonces?
Entonces seguirás viva, respiraras, caminarás, bailarás y una vez más te acostumbraras...
No es justo abuelita, esta vez lo hice bien
Pues claro hija, claro, por fin lo has hecho bien, pero acaso pensabas que ello no te haría sufrir. ¿Pensabas que bastaba amar para no sufrir?
Pues te equivocaste. Es el precio que pagamos por estar vivas.....
La niña quedó sumida en sus pensamientos.
La abuela la seguía amando como se ama a la flor más bella del jardín. Si al menos todo fuera igual.
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