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sábado, 19 de noviembre de 2011

La vida después.



Leí, tal y cómo me recomendó mi gran amiga Maria Luisa Celdrán, La vida después, una novela de Marta Rivera, una escritora que no conocía, y que me ha sorprendido por la cercanía con la que crea personajes, y nos adentra sus dialogos y percepciones, y por ende, con nosotros mismos. La vida depués narra, como continúas cuando la persona que hasta ese momento ha sido más importante en tu vida desaparece...

A menudo, me pregunto cómo afrontamos los distintos escenarios de la vida, mientras mi abuelita vivía, mi gran Santa, me preguntaba y le preguntaba a ella, ¿qué sería de mí cuando ella no estuviera?, entristecida con lágrimas en los ojos, tratando de atajar las respuestas, ella, sin embargo, contraponiendose a mi tristeza,  reía y reía...- Pero si viviré, mas que el culo de un mortero en un barbecho...yo no moriré jamás...me repetía riendo-...¿qué haré Santa?, insitía, -Te casarás y tendrás hijos-. Sentenciaba, (ambas sabiamos que eso no sucedería), cómplices nos abrazámbamos, me daba una tarea, la tarea de la vida, y se quedaba tan pancha...ella sabía que la muerte era tan natural como la vida...

La semana pasada volví a tener el mismo sueño, estoy con mis abuelos, cada vez en un escenario distinto...repito mi mayor temor..."¿Qué sentiré el día que no estéis?, ¿cómo voy a seguir viva?....sólo me miran y sonríen...me despierto...el sueño era tan real...la realidad, es que murieron...y punto...

¿Y qué pasó mamá?....

Que mi Santa no me engañó, seguí viva, fuí feliz, no me casé ni tuve hijos, esa era la coletilla que añadía, porque no hubiera soportado morirse pensando que me dejaba sóla, sólo el pensar que yo seguiría, sólo ese pensamiento le permitió relajarse e irse despacio, aunque le costó demasiado, demasiado abandonarme...

Pero no es de eso de lo quieres hablar....

No, recuerdo esos tres o cuatro años que pasé entre hospitales, sintrón y medicamentos, recuerdo cómo mi Santa gritaba que le dieran priperan, o insitía en llevarse el móvil a la UCI, para llamarme desde allí, para que le dispensara sus medicamentos...recuerdo esos días con nostalgia, de verdad, eran dolorosos, pero era una complicidad especial, cuando cuidas...se despiertan bellas sensaciones, demasiado bellas, y debes vivirlas, sentirlas...recuerdo esos días con la nostalgia de todos los buenos momentos, de los abrazos, besos, y la complicidadddd.....

Pero lo que hoy he recordado, es como me volví a poner en funcionamiento, al principio me costó, engordé...chillé, lloré...caminé sin consuelo....pero al final mi Santa no me engañó, era YO, retomé el lugar que dejé, aquella chiquilla que acababa su carrera, que hacía un master, aquella chiquilla que tenían tanto...tanto...volví al punto de partida, y continúe, y es cierto Santa el dolor no es como el primer día, y continúas, sólo eso.

A veces, cuando miro a las chiquillas de mi edad, cuando las veo perdidas, me dan ganas de cogerlas por los hombros y zarandearlas, pero se que cada uno hace su propio recorrido. No volví a la pista de baile con el corazón roto por ningún  hombre, si no por la vida, que se había acostumbrado en zarandearme, aunque sabía muy bien cómo se vende el bacalao, no arrastraba ninguna historia rocambolesca que abalara mi manifiesta soltería. Cuando las veo perdidas, no puedo evitar preguntarme ¿cuándo perdieron la perspectiva?, ¿cuándo abandonaron sus zapatos?, no yo no, me miré al espejo, me recompuse y recuperé mi inocencia, mis ganas de pasarmelo bien y mi sonrisa, y eso fué lo que me hizo diferente, seguí pisando el mismo camino, el de las sensaciones bellas, el de pedirle todo a la vida, el de comer "migajas" en contadas ocasiones, un escarceo o un romance, nunca podía romper mi "mundo de cristal", no me dejaba zarandear insignemente, y seguía sabiendo que en el horizonte debe existir siempre algo mejor...y aprendí que la batuta, hasta cuando pisaba donde no me gustaba, la batuta la llevaba yo...y que siempre en el horizonte debe existir algo mejor..siempre...

No llegué a los 38 con ninguna historia rocambolesca que permitiera a nadie utilizarme, porque en su momento, volví al punto de partida, retorné donde había dejado el camino, encontré mis zapatos...y sólo continué y me gustó lo que sentí...

¿Qué dirías a quien...?.

Que sólo se vive una vez, y el cristal en el que todos caminamos, que nos mantiene en pie se puede romper...




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