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lunes, 19 de julio de 2010

Casualidad.

Hoy quiero hablar de doña Casualidad.
- ¿Cómo mamá?.
Si, doña casualidad, a veces nos la encontramos y otra la buscamos.
- ¿Estás rara mamá?,

Si, lo sé, pero quiero darle las gracias a un buen amigo al que no encontré por casualidad, ni por torpeza, sino porque las cosas suceden sin más, o con nuestros pensamientos y sensaciones.
- ¿Y por qué le quieres dar las gracias?,

Por su torpeza, por sus errores, por su afán de estropearlo todo, vamos, en resumen por ser cómo es.

- Un cromo, mamá porque vamos....

Por su fortaleza, por su dedicación, por mirarme y verme como soy, por su cercanía, por su tenacidad, por no tirar la toalla ante mi eterno volcán. Porque sin saberlo me acompañó en mis circunstancias, en esos relojes sin tiempo que son la vida.

- Un buen cromo......

Si, pero ha tenido el valor de hacerme ver lo que nadie, salvo mi abuela, consiguió que viera, ha tenido la testarudez de enfrentarse a la parte que sutilmente escondía al mundo...Él ni se ha enterado, pero a mí me ha devuelto a mi lugar, a mí yo más íntimo, a recordarme quien debo ser, y cómo debo ser para ser yo, para ser feliz.

- ¿Y porqué no le das las gracias a él?.

Porqué no se enteraría, no me entendería, y realmente no siempre las personas que nos cambian se enteran y no pasa nada, no llamo a Séneca para decirle que el Estoicismo me ayudó con 19 años, no llamo a Carmen González para decirle que fue mi profesora y mujer más importante durante la carrera, no llamo a Allende para decirle que me encanta su locura escribiendo...Pocas veces decimos la ayuda que nos prestan lo que nos rodean, porque son cambios que operan en nuestro Yo, más íntimo, en el fondo de nuestras mentes, mentes que en un momento dado caminan por lugares inhóspitos, perdidos, dolorosos, y sólo una chispa de casualidad las despierta.


Por eso le hablo a DOÑA CASUALIDAD, a la casualidad que aparece y te habla al corazón si la escuchas...te dice..."Esther....recuerda, que un día decidiste...qué tu eras distinta, tal vez se equivocaron al educarte, o tal vez acertaron, eso nunca lo sabrás, pero tu vienes de ese rincón de amor y conocimiento, de ese "saber estar", de ese eterno estoicismo, te educaron para no desesperarte, para no cometer torpezas que te enloquecieran, te educaron para respetar y para que siempre te respetaran, no cabía el resquicio del chantaje, nada te haría más daño del que tu permitieras, y lo sabías pero lo olvidaste. ¿Por qué?, porque la vida cuando se vive no es línea recta, tiene curvas y baches, tiene alegrías y tristezas, y sobre todo te tiene a ti "Esther", y escucho a mi abuela pronunciando mi nombre, gritando al mundo, es mi nieta, orgullosa, latiendo su corazón hasta el último suspiro por mí.

Te doy gracias, me despertaste de un letargo en el que no debí entrar, pero entré. Algún día alguien anónimo hará lo mismo por ti...seguro, el Universo nos devuelve todo lo que hacemos. Y yo creo en ti.


- Pero ¿y si no lo consigo?, gritó desde ese lugar en el que ya permanecía demasiado tiempo, ¿y si continúo en esta espiral en la que hace tantos siglos entré...?

No creo, Doña Casualidad te ayudará. Siempre aparece para recordarnos lo que al final queremos Ser. A menos que tú quieras esa espiral, entonces la aceptarás como tu forma de vida, y tienes que aprender a ser feliz en ella.

Gracias, amigo, que hoy recibes el nombre de casualidad, gracias por recordarme quien fui, devolverme a la espiral de los siglos, gracias Casualidad.

No, no quiero olvidar, ni el pasado, ni el presente ni el futuro, ni mis actos y decisiones ni las tuyas, no, no quiero, porque ya soy la de siempre, ya no me daña vivir, ya pasó el valle de la incertidumbre, ya pasaron esos momentos. Dice Punsset, QUE LA FELICIDAD ES LA AUSENCIA DE MIEDO. Ya vuelvo a no tener miedo Santa.

¿A qué tuviste miedo Esther?, inquirió la abuela desde ese lugar sin nombre....
A vivir sin ti, Santa, a vivir sin ti, no lo soporté......la incertidumbre me mataba hasta olvidarme...

Gracias Casualidad, aunque yo sé que tu doña Casualidad, y tú Don amigo, no fuisteis más que el producto de mi deseo más íntimo de ser Yo, en la superficie...........

Y ahora sabía que pasarían las horas, los días, los segundos, como siempre, como al principio, como al fin. No, no quería olvidar, tampoco sabía lo que tenía que olvidar, pero qué carajo iba a olvidar si nuevamente sabía mirar sin ver, nuevamente era estoica y cercana. Nuevamente mi madre era ella, niña y adulta..... No quería olvidar, porque no sabía lo que tenía que olvidar, y porque ya nada tenía que olvidar, sólo nos permitimos olvidar lo doloroso, y lo doloroso ya se estaba evaporando en el vagón del tiempo....

Mamá, esta noche no te entiendo.

Hija, yo por fin me vuelvo a entender...

Hasta mañana.

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