Para Nacho Torres Marín – In Memoriam
Terminaba de recorrer el Malecón. Pensaba que no era justo
que no volviera a compartir contigo un instante de tantos como nos unieron. Lo
malo de la muerte es que lo vivos jamás la entienden. La catedral me observaba,
como siempre, cómplice de mis emociones, el Malecón que me enseñaste a recorrer
a mis pies, y mi mente en ti, llevando a mis ojos a una cascada nuevamente.
–¿Mamá, por qué estuviste tan unida a Nacho? –replicaba la
eterna conciencia en forma de hija, vengándose por no haber nacido.
–Porque era el mejor, distinto, su apariencia de duro se
diluía en su bondad, de pronto sin darme cuenta se convirtió en mi «eje», en el
eje de tantos como le rodeábamos.
–¿Jamás os enamorasteis?
–No, era algo más puro e intenso lo que nos unía a Nacho,
era la coherencia en medio de un mundo difuso como el que vivimos.
»Nacho me aportó la fuerza necesaria para sobrevivir en
medio del caos. Por eso detesto que esté en otro plano. Su temperamento, su
sabiduría, el continuo aprendizaje, la bondad, el silencio y el ruido.
Supongo que has aparcado en el lugar sin nombre, que allí…,
no sé qué se hace allí, pero sé que aquí, el Malecón, Murcia, la prensa, la
política, los chicos, Juan, tu familia y yo siempre buscaremos encontrarte para
compartir ese pequeño instante, para criticar una vez más a los políticos, a la
sociedad, a la vida.
No apagues tu alegría, sé que me gritas desde ese cielo que
todos deseamos. Espero, Nacho, no fallarte, porque yo sigo aquí donde la dureza
de la vida siempre te vuelve «Impredecible»; pero espero, con tu «recuerdo», no
olvidar jamás EL NORTE. Gracias por cada instante y supongo y espero que nos
veremoS» de nuevo… Mientras, solo darte las gracias, gritarte que te queremos,
y que personas como tú mejoraron para siempre esta «Sociedad con la que eras
tan crítico».
Hasta pronto… y recorramos de nuevo EL MALECÓN.
(Sé que Nacho me miraba ya transformado y risueño. Él se
había transformado en luz, todo estaba bien. Yo seguiría durante mucho tiempo
añorándole y llorándole, pero a la vez una sonrisa siempre iluminaría mi cara
al recordarle…
Esther Tenza